Saturday, October 24, 2009

YO VOY A SER TU MISMA

A Leyla...

"Y vayamos de la muerte de la mano,
como fuimos por la vida...sin temer."


Amado Nervo


Como todo en el mundo, yo he de morir un día
y el viento de la muerte me va a secar el llanto.
Traspasaré la ruta, penetraré en lo eterno,
y al fin el gran secreto se mostrará a mis ojos.

No llevaré a mi tumba mi traje azul celeste
y no va importar nada si llevo el reloj puesto.
Verán pasar mi entierro ojos indiferentes
y la ciudad entera olvidará mi nombre.

Sólo tú Leyla amada no me olvidarás nunca
porque fuiste en mi vida la luz de mis tinieblas,
porque fuiste la brisa que acarició mi rostro
y el canto de la alondra que es más que un simple canto.

Yo te enseñé la ruta más corta hacia el delirio,
te di a beber un néctar de dioses en mis labios,
aprendiste conmigo que amar no es solo un verbo,
me dedicaste tu alma, me regalaste el cuerpo,
juntamos dos pasiones con furiosa ternura,
dos vidas confundidas en una sola vida,
dos amores en uno que formó nueva vida.

Por eso te aseguro, Leyla, te lo aseguro
que la muerte es muy poco para que tú me olvides.

Porque yo por mi parte te seguiré queriendo,
renaceré mil veces a fuerza de quererte.
Adquiriré la forma de una aplanta o una estrella,
me convertiré en aire para que me respires.

Seré llama que alumbre tus adorados pasos,
y el calor que te envuelva cuando tiembles de frío.
Yo estaré en cada gota de rocío en las flores
y flotaré en el viento que entre por tu ventana.

Yo voy ser tu llanto, yo voy a ser tu risa,
yo seré tu suspiro, seré tu pensamiento,
yo seré el mismo beso que te den otros labios,
navegaré en tu vida, yo voy a ser tú misma.

Y cuando tú te mueras yo te estaré esperando
para que caminemos por distinto universo,
e igual que nos juntamos en una misma vida,
también nos fundiremos en una misma muerte.

Pueblo, Colorado, marzo 1986.

Thursday, October 01, 2009

LA NOCHE DE LA HUIDA

¡Cómo me dolió aceptar que ya no me querías!
Cuando me lo dijiste guardé silencio y te miré a los ojos,
y no sé si aquel invierno del alma duró mil años,
o mil inviernos pasaron por el alma mía.

No podía ser que yo ya no te valiera ni un comino
y tú a mí sí me valieras más de mil cominos todavía.


Como has de recordar me quedé mudo,
tragándome el dolor de la derrota,

mordiendo piedras negras que sabían
a lo amargo de las frases que decías.


Fue una lucha tenaz, un cuerpo a cuerpo
contra la realidad que me sangraba.

El puente angosto tembló bajo mis zapatos nuevos,
y no pude entender por qué reía 

aquel niño insolente que pasaba.

(¡Cómo puede alguien reír sobre la excusa de ser niño
si hoy un corazón de hielo ha matado de un tajo
una caléndula marchita y una rosa apasionada.)


Pero no te rogué, no, no, no! Ese lujo no podía dártelo;
tampoco podía darte una estrella fugaz que aparecía.


Cuando llegó la noche
 corrí por la ciudad vacía,
sin sonido en las venas que contenían lava...

Quisiste darme en despedida un tierno beso, 
pero tu mal aliento mató mi última ilusión.