Mis amigos, como mis libros, no son muchos,
pero todos son bien escogidos.
Todos son respetuosos, generosos,
desprendidos, leales y sinceros;
cuando me tienen que decir una verdad,
me la dicen en mi cara,
no me critican con animosidad.
Me aceptan tal como soy, plagado de defectos que toleran con paciencia.
Nunca olvidan un favor que les han hecho
y sufren de amnesia cuando ellos hacen uno.
Unos son léperos, otros decentes,
todos son lindos;
ninguno tiene cara, todos tienen alma.
Han oído mis cuitas y angustias con seriedad
y se han cagado de la risa con mi chiste
más estúpido.
Nos puteamos sin ofensa
nos ofenden quienes los putean.
Son mujeres y hombres,
yo les quiero entrañablemente.
Cuando veo a mis amigos, aunque sea en foto,
despiertan en mí una dimensión de lago en calma,
traen a mi memoria momentos atesorados
que hemos vivido.
En incontables ocasiones me han sacado
de todo tipo de agüites, desde el préstamo de pisto,
pasando por darme un buen consejo,
hasta regalarme un trago para quitarme la goma.
Viven en San Salvador, Santa Ana, San Miguel,
Sonsonate, Marin county,
Nueva York, Lancaster,
Los Angeles y Australia.
A veces viajo grandes distancias para verlos
y cuando me despido siento el remordimiento
de no haberme quedado más tiempo con ellos.
Pareciera que siempre dejáramos
las conversaciones inconclusas,
para seguirlas la próxima vez que nos veamos.
A todos, a toditos, les debo parte de lo que soy.
Yo agradezco a Dios por haberlos puesto a Uds. en mi camino,
Uds. representan lo más valioso que poseo.
Yo quisiera ser cinco minutos para Uds.
lo que Uds. han sido para mí toda la vida.
Espero un día antes de morir ser como Uds.,
por de pronto sólo los imito...
