Thursday, October 01, 2009

LA NOCHE DE LA HUIDA

¡Cómo me dolió aceptar que ya no me querías!
Cuando me lo dijiste guardé silencio y te miré a los ojos,
y no sé si aquel invierno del alma duró mil años,
o mil inviernos pasaron por el alma mía.

No podía ser que yo ya no te valiera ni un comino
y tú a mí sí me valieras más de mil cominos todavía.


Como has de recordar me quedé mudo,
tragándome el dolor de la derrota,

mordiendo piedras negras que sabían
a lo amargo de las frases que decías.


Fue una lucha tenaz, un cuerpo a cuerpo
contra la realidad que me sangraba.

El puente angosto tembló bajo mis zapatos nuevos,
y no pude entender por qué reía 

aquel niño insolente que pasaba.

(¡Cómo puede alguien reír sobre la excusa de ser niño
si hoy un corazón de hielo ha matado de un tajo
una caléndula marchita y una rosa apasionada.)


Pero no te rogué, no, no, no! Ese lujo no podía dártelo;
tampoco podía darte una estrella fugaz que aparecía.


Cuando llegó la noche
 corrí por la ciudad vacía,
sin sonido en las venas que contenían lava...

Quisiste darme en despedida un tierno beso, 
pero tu mal aliento mató mi última ilusión.

4 comments:

la costarricense, la capitana. said...

ESTÁN PRECIOSOS LOS VERSOS.

VAYAMOS DE LA MANO SIN TEMER
QUE YA NADA PODRÍA PERSUADIRNOS
CUANDO LA MUERTE AL FIN
----PONGA LA ROSA
DONDE SOLO HUBO ANTES ESPINOS....

EL DOLOR PUEDE SER COMO ESPINAS QUE ATRAVIEZAN EL ALMA,
PERO LA MUERTE PONE SUAVEMENTE LA PAZ Y EL DESCANSO QUE A VECES DESEAMOS.
uN SALUDO DESDE CR.

ALFREDO CAMPOS said...

Gracis por tu comentario, tengo la impresión que era para el siguiente poema, pero no importa me gustan mucho tus versos complementarios.

Saludos, FC.

Unknown said...

=) QUE BELLO!!

ALFREDO CAMPOS said...

GRACIAS:)