Se fue con la misma simpleza
con la que llegó al mundo,
sin muchos aspavientos
sin conversaciones fatuas
sin esperar mucho del hado
(mucho menos el cáncer
que la esperaba a ella.)
Un día la conocí y pareció reírse
reírse de la vida, que reía para otros,
reírse del destino, que le tendió una trampa,
reírse de unos labios que nunca la besaron...
Eso sí, lloró mucho,
lloró por los amores que nunca la abrigaron,
lloró por las tragedias que halló por el camino
lloró por la comedia de esta vida sin gracia.
Para Nancy el tiempo no importaba
sentada a la mesa de la vida
la desesperó la tardanza de la huída
y cuando llegó la muerte
sintió quitarse un gran peso de encima.
La última vez que la vi me dijo altiva:
"Mañana moriré", con la mirada.
Me demostró un adiós sin compromiso
un "hasta siempre" sin ostentaciones,
un "ya no te veré más" sin voz y sin palabras,
un "hasta nunca, amigo" sin marcas en los labios,
los que nunca besaron,
los que siempre sonrieron,
los que ahora están yertos,
los que ahora están muertos...
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